En la mesa con el tablet: un mal hábito

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La alimentación saludable parte también de aquí: evitando los smartphone, la television y el tablets, y privilegiando el diálogo, especialmente con los más pequeños.

Un mal hábito

La vida Frenética a menudo nos lleva a sentarnos en la mesa a toda prisa, agotados por el estrés laboral y los compromisos diarios, si los niños en la mesa no crean problema, es aún mejor: un smartphone, un tablet , o la televisión los encandilan, así podemos hacer que coman cualquier cosa, sin que se den cuenta o molesten.

Desafortunadamente esta actitud se esta volviendo cada vez más una práctica diaria para muchos, y no nos damos cuenta de los efectos desastrosos que puede tener en los hábitos alimentarios y de vida de nuestros hijos, y por lo tanto en nuestro futuro.

Los mismos adultos a menudo no consiguen alejarse de estos dispositivos durante los momentos que deberían dedicarse a las comidas.

¿Las consecuencias?

  • Un diálogo familiar reducido, vago o inexistente.
  • Poca atención en lo que se está comiendo.
  • Recordamos: se come con los ojos y también con el corazón.

Porque un alimento "nos llena" también con sus colores, su aroma y las sensaciones que nos transmite. El riesgo de comer distraído por la tecnología es perder la magia de este rito, su sabor y, en consecuencia también no lograr nunca una verdadera saciedad, una verdadera satisfacción.

Por ello este mal hábito puede llevarnos a engordar y al círculo vicioso de una mala alimentación, especialmente en los niños, con un aumento del problema de la obesidad infantil.

El estudio

Según un estudio estadounidense, publicado en el Journal of Nutrition and Dietetics, son muchas las familias donde el nivel de comunicación y la calidad de las comidas son bajos.

De hecho manifiesta que las personas que se distraen mientras comen son aquellas que llevan a la mesa menos frutas y verduras o alimentos naturales no envasados, y más "comida basura" y bebidas con gas.

Los efectos no son sólo físicos, sino también psicológicos: cuando no hay diálogo (y recordamos, el momento de la comida es un lugar privilegiado para la reunión familiar) se verifica una disminución en la autoestima de los niños, así como una mala percepción de los alimentos y de la alimentación.

La solución

¡Para cambiar el estilo de vida se tiene que empezar por los niños!

Éstos, sin lugar a dudas, son nuestro futuro y a la misma vez ellos enseñarán a sus hijos cómo alimentarse correctamente y a llevar una vida sana.

Comer todos juntos debe ser, por tanto, el motivo para encontrarse y hablar, pero también el momento para aprender a seguir un estilo de vida adecuado, prestando atención a qué se come y cómo se come... ¡con gusto!

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